BUSQUEDAS TAURINAS

Búsqueda personalizada

sábado, 30 de agosto de 2008

Manzanares corta tres orejas y José Tomás, dos, en la plaza de Linares


www.diariodecadiz.com

José Tomás y José María Manzanares salieron en hombros, tras cortar dos y tres orejas respectivamente, en la entretenida segunda corrida de toros de la feria de San Agustín de Linares. Finito de Córdoba, por su parte, paseó un trofeo. El triunfador numérico del festejo ha sido Manzanares, con el mejor lote. Obtuvo su primera oreja del tercero, un animal de Núñez del Cuvillo de gran clase que blandeó en los primeros compases de la faena de muleta, pero que se fue afianzando poco a poco y con el que el alicantino cuajó una labor de intensidad creciente en la que acabó toreando temple y plasticidad. Obtuvo las dos orejas del sexto, un ejemplar de gran movilidad pero un punto pegajoso. El alicantino, muy dispuesto, volvió a lograr pasajes de gran belleza en una labor quizás menos compacta que la anterior pero muy emocionante.

José Tomás cuajó varias tandas cadenciosas a su primero. Con el quinto, el toro más deslucido del festejo por su brusquedad, realizó una faena con cabeza y valor, arriesgando mucho tanto con el capote, en ceñidísimas gaoneras, como en el toreo al natural y derechazos, cerrando con manoletinas y una estocada efectiva en el centro del ruedo.

Finito de Córdoba de marchó de vacío realizó una labor de altibajos con el cuarto, al que cortó una oreja. Con el deslucido primero cortó de inmediato

lunes, 25 de agosto de 2008

Tomás y Perera levantan con raza una tarde de toros sin ella en Cuenca


www.burladero.com



La cita era en Cuenca. Era la primera vez que se veían las caras dos toreros con tauromaquias tan similares y tan distantes a la vez. Convergentes, más bien. La expectación por las nubes hacía presagiar una gran tarde de toros. Y toros, precisamente, fue lo que no hubo. Ni por presencia, con toros bien hechos pero excesivamente cómodos, que se dice ahora, ni por esencia.

La corrida de La Palmosilla fue desesperante. A excepción del cuarto toro, noble, con mayor alegría y repetición, el resto fue la antítesis de lo que debe ser un toro de lidia. Agarrados al piso algunos, descastados y mansotes otros, con clase pero sosería y casta borreguil alguno, no estuvo el ganado a la altura del duelo.

Sin embargo se cortaron diez orejas. No es sorprendente tampoco en una plaza que vive los toros de manera festiva y alegre. Mas las orejas no dejan de ser, como dijo en su momento el maestro Curro, meros despojos. Hubo cosas, muchas cosas en el ruedo, triunfalismo aparte. Más no hubo toros.


Lo más importante fue que hubo duelo latente entre José Tomás y Perera. No se declaró la guerra abierta, porque con los simulacros del unipuyazo en varas es difícil marcar una rivalidad en quites, por ejemplo. Pero no es menos cierto que cuando uno quiso elevar el listón el otro hizo por superarlo. Esa fue la salsa de una tarde. Y esa raza que no tuvieron los toros la pusieron los toreros.

Hasta a Finito se le vio más dispuesto que otras tardes. Como si se rebelase contra esa función de telonero que de un año a esta parte atesora tantas tardes. Pero fue una guerra distinta. En sus manos cayeron el toro bueno y el más noble y El Fino, que toreó muy bien de capa, lo hizo todo para sí, como definen ahora muchos sus actuaciones. Con series más de espejo que de querer tirar e imponerse, Finito se gustó y gustó.

Se venía el cuarto con galope y temple y Juan Serrano aprovechó para componer muy bien, para templarse mucho... y para echarlo siempre fuera. Sin llevarlo empapado casi nunca, demasiado periférico todo. Pero quiso Finito, y hasta acertó con la espada. La mejor estocada de la tarde fue la que recetó al cuarto. Un espadazo en el hoyo, que lo tumbó sin puntilla.

Pero la actuación de Finito contrastó mucho más con la de sus compañeros, porque se vieron dos tauromaquias completamente opuestas. La de citar aliviándose para acompañar y la de tocar y traérselo enganchado, la de dejarlo pasar y la de llevarlo empapado, mandado y sometido. La del por fuera como sea y la de pisar los terrenos más peliagudos. Dos formas de entender el toreo. La batalla estaba en la segunda.

No estuvo bien José Tomás con su primero. Tampoco mal. No hubo toro alguno. Salió por chiqueros un precioso toro carbonero que fue todo fachada. Preciosa estampa, nulo juego. Salió suelto del capote y del peto y buscó siempre la huída. No pudo José Tomás lancearlo de capa ni engancharlo propiamente en la muleta. Frenado, sin pasar, topando más que embistiendo, al madrileño le tocó ponerse, tocarlo, llevarlo de uno en uno y procurar que no se fuese. Esa fue la mejor receta de la faena, el tenerlo engatusado desde la primera serie. No se volvió a ir hasta que Tomás no lo dejó.

José Tomás tuvo que recurrir al arrimón para caldear el ambiente. Con cabeza y lógica, sin atropellar la razón. Sin el tremendismo que ahora dicen. Tomás se puso, tocó y trató de llevarlo. En un terreno muy comprometido, sin enganchones, apostando. Pero no había emoción posible con un animal derrotado de antemano.

Tuvo que saltar el tercero y ponerse la mecha a funcionar. No fue toro bueno tampoco. Agarrado siempre al piso, sin desplazarse ni humillar, al menos se dejó en los primeros tercios. Perera aprovechó para caldear el ambiente con la capa. Con lances a pies juntos con los que se los sacó a los medios y con un ajustado quite con el capote a la espalda. Por saltilleras y gaoneras. Muy quieto. Ahí comenzó a pararse el toro.

La faena de Perera fue demasiado larga. No había toro y Miguel Ángel se empeñó al final en prolongar demasiado el arrimón. Casi le cuesta un disgusto serio en una voltereta. Antes había echado muy bien la muleta, lo había llevado empapado en un par de series y, cuando se rajó el animal, no quedó otra que montarse encima. Literalmente, porque el toro terminó dando con la testuz en el muslo. Sin espacio físico. Por ahí hizo diabluras el extremeño. Péndulos, circulares, muletazos en rizo, algún cambio de mano y valor, mucho valor y seguridad. Todo lo puso el torero, que mató de una estocada caída fulminante y paseó otras dos orejas.

Arreado por tanto salió José Tomás en el quinto. Y a ese toro sí lo pudo torear de capa. En unos lances de salida y en un quite a pies juntos. El toro pegó un brusco cambio en la muleta. Comenzó desplazándose algo y bien, pero de pronto pegó un cambio y comenzó a orientarse y cazar moscas. Tomás se puso rápido a torear. Dando el pecho, los frentes, se lo pasó muy cerca y bajó mucho la mano. Por el pitón derecho lanzó un primer aviso el animal. Una paradita de escalofrío. No se inmutó el madrileño.

Cambió entonces a la izquierda y llegaron un manojo de naturales con mando y ligazón. Sólo que al cuarto lanzó un aviso mucho más serio. No rectificó un palmo Tomás y se lo echó a los lomos. Se vio entonces que aquello podía no tener final feliz. A la tercera no perdonó el toro. José Tomás volvió a intentar ponerse en el sitio y tirar del animal. Lo consiguió en los dos primeros muletazos de la serie, los que se tragó el toro. Al tercero volvió a cazar y esta vez sí que hizo pleno.

Sin mirarse, sin inmutarse, Tomás volvió a la cara. Como si tal, con las mismas armas, el mismo sitio y dando siempre la cara. Tesonero el madrileño, no rectificó un palmo. El toro ya estaba demasiado avisado y no todo salió limpio. Lo mató de pinchazo y estocada y tras pasear la oreja, pasó a la enfermería. Otra vez.

Perera salió más arreado todavía en el sexto. El toro era un zambombo de seiscientos y pico kilos, alto, al que le costó descolgar. Perera lo paró de nuevo de capa y también intervino en quite. No dejó pasar una. Al primer muletazo se fue el toro a la puerta de chiqueros. Allí le quiso esperar, pero acertó Perera en sacárselo a los medios. Y contra el manso, su mejor remedio: la muleta siempre puesta, el sitio preciso y los toques a tiempo. No lo dejó escapar nunca. Llegaron dos series muy buenas por el pitón derecho y otro par por el izquierdo. Con el sello de la casa, mano baja, mando y ligazón.

Se vino abajo el toro, que dejó estar en esas series, y Perera volvió a pisar los terrenos imposibles. Fue muy largo el epílogo entre los pitones. Volvió a funcionar la espada y paseó otras dos orejas.

Pese al triunfalismo, quedó la sensación de empate en el duelo por la falta de toros. El partido de vuelta, el 11 de Septiembre en Valladolid.

miércoles, 20 de agosto de 2008

José Tomás, dos orejas y dos cogidas en la Feria de Málaga

www.elmundo.es
El matador de toros José Tomas ofreció una emocionante tarde de toros en La Malagueta al cortar dos orejas, una de cada toro, aunque resultó dramáticamente volteado en su segundo, mientras que Juan Serrano 'Finito de Córdoba' y Salvador Cortés se fueron de vacío.

Juan Serrano 'Finito de Córdoba': estocada desprendida (ovación); y dos pinchazos, estocada y descabello (silencio).

José Tomás: estocada corta desprendida (una oreja); y pinchazo y estocada (una oreja).

Salvador Cortés: estocada baja (ovación) y estocada corta (palmas).

Incidencias: Se lidiaron cuatro toros de Núñez del Cuvillo, de juego variado; y dos de 'Gavira', lidiados en tercer y cuarto lugar, nobles. La plaza tuvo lleno de "no hay billetes" en tarde agradable.

'Finito de Córdoba' hizo un fugaz paso por La Malagueta. A su primero le dio algún muletazo suelto interesante; mientras en el cuarto, más parado, abrevió.

José Tomas cortó una oreja de cada uno de su lote, tras dos faenas llenas de quietud y verdad. Pese a lo deslucidas que fueron sus reses de Núñez del Cuvillo, el de Galapagar se la jugó a ley, atropellando a veces la razón y pasándose los pitones a escasos centímetros de los muslos, sobre todo en el toreo al natural. En su segundo, fue prendido en dos ocasiones y pasó a la enfermería donde fue atentido de un corte en la barbilla, labio y ceja.

Salvador Cortes llevó largo al primer toro de su lote en una faena con hondura a la que le faltó pulcritud. El sexto, encastado y que se quedo crudo en el caballo, puso en complicaciones al matador.

martes, 19 de agosto de 2008

Málaga se tranquiliza: 'el mesías' José Tomás reaparece el miércoles


www.diariocritico.com


La noticia de la semana, y no sólo en Málaga, donde está anunciado, es que José Tomás vuelve a los ruedos. El 'mesías', ya recuperado de su último grave percance en Puerto de Santa María, tiene programada otra actuación el domingo en Cuenca. En la ciudad castellano-manchega, con todo vendido y expectación a tope al igual que en Málaga, tiemblan pensando en que el coletudo puede resultar herido de nuevo en la reaparición, algo que se sucede con excesiva frecuencia.

José Tomás resultó herido de gravedad el pasado domingo 10 en la plaza de El Puerto de Santa María (Cádiz), y recibió el alta clínica en la tarde del martes. Tras ello continuó la rehabilitación en su domicilio particular, donde este fin de semana se probó con resultado positivo.

De modo que la idea del coletudo de cumplir su compromiso en Málaga el día 20, con una expectación máxima y la reventa 'haciendo el agosto' -y nunca mejor dicho/escrito, podrá llevarla a cabo. Cuatro días después, el 24, está anunciado en Cuenca junto a Finito y Miguel Ángel Perera.

sábado, 16 de agosto de 2008

José Tomás olvida que tiene cuerpo


www.laopiniondemalaga.com

"Que viene el toro, te quitas tú; que no te quitas tú, te quita el toro". Así explicaba el toreo Lagartijo. Y el domingo en el Puerto de Santa María, el de Galapagar no se quitó.

El domingo en el Puerto de Santa María vino Hatero, un morlaco de 560 kilos, y el de Galapagar, tras apretarle unas chicuelinas de infarto en el quite, con la muleta no se quitó. Quiso hilar un inverosímil pase de las flores y el de Núñez del Cuvillo se lo llevó puesto y lo tuvo a su merced entre los pitones -y a la plaza en un "ay"- durante interminables segundos de angustia. ¿Saldo? Tres cornadas y pronóstico grave. ¿Consecuencia? No ha hecho el paseíllo en El Bibio y hay quien vuelve a llamarle "bruto". Quizá fue un percance evitable, como muchas veces, pero sea como sea Tomás sigue tan quieto y puro como siempre, rozando el estoicismo pétreo que a veces le lleva al hule y otras muchas a la gloria.
Él lo tiene claro: "Si quieres ser figura, te tienes que arrimar, y lo lógico es que lleguen las cornadas", explicaba ya hace doce años, cuando aún le quedaban muchas por vivir. Quizá le resonaban en la mente los ecos de Juan Belmonte, que recomendaba aquel misterioso imposible: "Si quieres ser buen torero, olvídate de que tienes cuerpo".
Hay quien dice que su actitud, casi mística, no es sino la impronta que dejó en él Antonio Corbacho: El rigor y la dureza que imprimió a sus primeros pasos taurinos. Sea como fuere, Tomás no se conforma, es implacable consigo mismo y entiende que "las cornadas son pruebas a las que te somete la vida" y que le hacen "madurar, pensar mucho, y obligan a corregir los errores para que, quedándote igual de quieto, los toros no te cojan". Es cierto, como dice su biógrafo Carlos Abella, que tiene más cornadas que un pantalón de posguerra, pero el madrileño insiste en que "prefiere una cornada a dar un paso atrás".
Es verdad que pisa el terreno de los toros donde cogen, que se arrima a los pitones y tarda en sacar los engaños. Pero es que él entiende mejor que nadie que la emoción surge cuando las Parcas juegan la partida cerca, cuando se busca y se logra que la belleza gane la partida al miedo y a la muerte. ¿Temerario? No, enamorado de la belleza y del toreo.
Pero no estuvo en El Bibio de purísima y oro. Quizás en la cama del hospital medite qué falló en el Puerto, o recuerde aquella primera cogida casi mortal en Autlán de la Grana, México, cuando se pensó que el joven Tomás, con sólo 21 años, no volvería a torear porque con las cornadas se van el valor y el miedo, dicen. Él confiesa que no los ha perdido; ni el valor ni el miedo.