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lunes, 16 de junio de 2008

Impresionantes imagenes de José Tomás www.photolozano.com


Merece la pena que los aficionados conozcan esta página.
Hay imagenes francamente buenas.

Milagrosa séptima


Patricia NAVARRO
www.larazon.es


Las expectativas se vendían caras, como las entradas de reventa para ganarle la partida al mito viviente de José Tomás que, donde va, la lía. Se habló y se escribió tanto de lo que ocurrió el pasado 5 de junio, que el hito de conseguir los trofeos máximos en la plaza de Madrid era un privilegio sólo al alcance de sus manos. Una idea que rondaba en la cabeza, en los susurros, en los corrillos, eran las ganas de presenciar un hecho histórico a la vista de sólo unos pocos.
Se le veneró sin fisuras. Le sacaron al tercio a saludar antes de que diera un muletazo y parecía que todo estaba a favor. Y lo estaba. Clarísimo. Evidente. Menos los toros. Sorteó dos de la divisa titular, aunque en quinto lugar saltó un sobrero de El Torero. Ni uno ni otro regaló una embestida que sirviera el triunfo en bandeja. Al contrario. Ahí su toreo se hizo grande y sobrevino la gesta, que hace inmensa la leyenda. Su vuelta a los ruedos no trae ni medio paso en falso.
Era su primero un manso de libro que se acomodó en tablas y tiró al pecho en más de una ocasión cuando le presentaron pelea. No la quería. Pero el de Galapagar tiene el valor de acero y la mentalidad de número uno. Sacó faena, empeñosa labor aunque costara la vida, brilló el peligro y mascamos miedo.
Ya se había vencido su tarde cuando el diestro caminaba, por su propio pie, hacia la enfermería. Madrid, la que tanto da y quita, la exigente, se dejaba el alma para corear «torero, torero» cuando Tomás buscaba alivio en las manos de García Padrós.
Lo merecía. El esfuerzo había sido titánico. Esta vez sin lugar a las dobleces ni a los malos entendidos. A José Tomás le cogieron cuatro veces en la tarde de ayer porque tiene claro que prefiere «una cornada a dar un paso atrás». Y lo hace sin darse coba.
El de Galapagar inundó su plaza de magia, de emoción, de todo aquello que está lleno el toreo y por lo que merece la pena viajar sin descanso.
Era su séptima puerta grande, pero la cambió por la enfermería. Cosas de torero. De torero grande.

José Tomás pasa la primera noche tranquilo, sin complicaciones y sin fiebre


www.burladero.com

RUBÉN ARÉVALO - 16/06/2008 11:40
El diestro madrileño José Tomás ha pasado la primera noche ingresado en la Clínica La Fraternidad después de las tres cornadas que sufrió en la plaza de toros de Las Ventas, donde fue operado por el Doctor Máximo García Padrós. Ha pasado la noche tranquila y sin fiebre. Y tal y como ha asegurado a este medio su apoderado, Salvador Boix, el diestro "se ha despertado pronto, ha desayunado y está animado". De este modo, se puede hablar de una "recuperación muy satisfactoria".

Aún no hay plazos oficiales para la recuperación de José Tomás, aunque es seguro que no podrá torear en la plaza de Alicante, donde estaba anunciado junto a Luis Francisco Esplá y Javier Conde en apenas cuatro días. Además es seria duda para acudir a su compromiso de Badajoz. Respecto a esto, Boix confiesa que va a ser difícil y a partir de ahí "se irá viendo".

JOSÉ TOMÁS, ARTICULO DE ABC.COM





Y LA SEPTIMA FUÉ DE SANGRE

ANTONIO ASTORGA
MADRID. Delirium tremens en el Palace y en Las Ventas, principio y continuación de la epopeya tomista de ayer. El público, con el corazón encogido, brama de miedo al ver a su ídolo caído, herido, enganchado, rehecho, corneado, vuelto a cornear, resurgido de las cenizas de la arena, y operado en la enfermería de la plaza de tres cornadas. «El miedo no lo paga ningún salario», comenta un tomista de pro. José Tomás, bañado en sangre, dedica su primer triunfo a la afición, y visita por su propio pie la enfermería a las ocho de la tarde. Allí permanece un cuarto de hora. Es asistido de un puntazo en su mano izquierda, y de una herida en la cara. El «Godot» de Galapagar regresa a la arena, y una hora después retorna a la enfermería enhiesto, con las orejas en las manos, para ser operado. Las heridas luminosas clavadas en su cuerpo como carnívoros cuchillos no cambiarán su gesto. Al gentío se le saltan las lágrimas. No puede con tanta tensión. Piero, un italiano que llegó para ver a JT desde Roma, lo define: «¡Questo gladiador es un extraterrestre!». Mientras JT es operado el pueblo rodea la plaza con silencio expectante.
A las seis y diez de la tarde salía el torero del Palace camino de las Ventas. El monovolumen azul marino le espera en la puerta principal. Un puñado de ciudadanos hindúes se confunde con marabunta de españoles que le asaetean a fotografías, le abrazan, le piden autógrafos y le besan. José Tomás pasa delante de nosotros con el rostro abstraído, pero amable. La abstracción de Santo Tomás provenía de «abs-trahere», que significa sacar, separar, extraer. José Tomás firmaba autógrafos pero ese fetichismo no estaba en su mente. Sacaba, separaba, extraía su pensamiento y miraba al infinito. Hombres y mujeres se enganchan al torero y, queriendo repetir la apoteosis del 5-J, casi le desnudan antes de llegar al coso. Se abrazan a su chaqueta corta, luego a sus alamares y bordados en oro, plata y seda, se descuelgan de las hombreras. quieren tocar, besar, aplaudir, animar, darle suerte al «¡torero!, ¡torero!, ¡torero!», emblema con el que se enronquecían, pero su cohorte de protectores guarda en seda al diestro de tabaco y oro, con la taleguilla muy ajustada. Los aficionados, hambrientos de deidad, rodean las borlas y sus hombreras. Casi le tiran del corbatín, una cinta muy fina que se anuda como corbata, y «porque no nos dejan que si no casi le cortamos la coleta», amenazaban.
Mientras camina por los pasillos del Palace en dirección al coche José Tomás piensa, abstraído, en las puertas de la gloria, de la leyenda, del cielo. Al pie de la escalera le aguarda su cuadrilla, encabezada por Miguel Cubero, hermano de Yiyo. La escolta pretoriana traslada a su general al coche, que se sienta en el centro, entre el piloto y el copiloto. Con la Castellana cortada la mejor ruta es bajar hacia Atocha, girar por Alfonso XII y subir por la calle Alcalá camino de la Séptima Copa en las Ventas. Allí llega a las 18:40. La multitud aguarda ansiosa, quiere que el coche le deje tocar la carne del torero.
José Tomás entra estrujado, apretujado en abrazos, palmas, vítores, santificado para la epopeya en sangre, oro y arena. Saluda a las cuadrillas, a los jornaleros del toro, esos grandes hombres que protegen como ángeles de la guarda a sus maestros, no entra en capilla, y enfila la puerta de caballos para colarse por la rendija derecha de una madera rojiza y tardía camino del paseíllo. Mientras, en la soledad del burladero, José Tomás beberá agua en el fondo de un vaso dorado, liso, el llamado cáliz de la sangre y del triunfo, de los héroes sacrificados, del alma en vilo, del corazón en un puño. En las paredes doradas de ese vaso los ojos del matador verán reflejado su rostro serio, con la mirada perdida, abstraída, como ha permanecido toda la semana en Estepona, su sanctasanctorum.
Después llegarán las heridas luminosas del ídolo, del mito. Y los aficionados, con los ojos vidriosos orillados en lágrimas, le confesarán a la fotografía dedicada de JT: «Me has hecho emocionarme. Esto es lo más bonito que me puede pasar», mientras salían del coso mudéjar toreando calle Alcalá arriba, calle Alcalá abajo, recordando la Séptima, que fue de sangre.