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sábado, 16 de agosto de 2008

José Tomás olvida que tiene cuerpo


www.laopiniondemalaga.com

"Que viene el toro, te quitas tú; que no te quitas tú, te quita el toro". Así explicaba el toreo Lagartijo. Y el domingo en el Puerto de Santa María, el de Galapagar no se quitó.

El domingo en el Puerto de Santa María vino Hatero, un morlaco de 560 kilos, y el de Galapagar, tras apretarle unas chicuelinas de infarto en el quite, con la muleta no se quitó. Quiso hilar un inverosímil pase de las flores y el de Núñez del Cuvillo se lo llevó puesto y lo tuvo a su merced entre los pitones -y a la plaza en un "ay"- durante interminables segundos de angustia. ¿Saldo? Tres cornadas y pronóstico grave. ¿Consecuencia? No ha hecho el paseíllo en El Bibio y hay quien vuelve a llamarle "bruto". Quizá fue un percance evitable, como muchas veces, pero sea como sea Tomás sigue tan quieto y puro como siempre, rozando el estoicismo pétreo que a veces le lleva al hule y otras muchas a la gloria.
Él lo tiene claro: "Si quieres ser figura, te tienes que arrimar, y lo lógico es que lleguen las cornadas", explicaba ya hace doce años, cuando aún le quedaban muchas por vivir. Quizá le resonaban en la mente los ecos de Juan Belmonte, que recomendaba aquel misterioso imposible: "Si quieres ser buen torero, olvídate de que tienes cuerpo".
Hay quien dice que su actitud, casi mística, no es sino la impronta que dejó en él Antonio Corbacho: El rigor y la dureza que imprimió a sus primeros pasos taurinos. Sea como fuere, Tomás no se conforma, es implacable consigo mismo y entiende que "las cornadas son pruebas a las que te somete la vida" y que le hacen "madurar, pensar mucho, y obligan a corregir los errores para que, quedándote igual de quieto, los toros no te cojan". Es cierto, como dice su biógrafo Carlos Abella, que tiene más cornadas que un pantalón de posguerra, pero el madrileño insiste en que "prefiere una cornada a dar un paso atrás".
Es verdad que pisa el terreno de los toros donde cogen, que se arrima a los pitones y tarda en sacar los engaños. Pero es que él entiende mejor que nadie que la emoción surge cuando las Parcas juegan la partida cerca, cuando se busca y se logra que la belleza gane la partida al miedo y a la muerte. ¿Temerario? No, enamorado de la belleza y del toreo.
Pero no estuvo en El Bibio de purísima y oro. Quizás en la cama del hospital medite qué falló en el Puerto, o recuerde aquella primera cogida casi mortal en Autlán de la Grana, México, cuando se pensó que el joven Tomás, con sólo 21 años, no volvería a torear porque con las cornadas se van el valor y el miedo, dicen. Él confiesa que no los ha perdido; ni el valor ni el miedo.