BUSQUEDAS TAURINAS

Búsqueda personalizada

domingo, 5 de octubre de 2008

JOSÉ TOMAS EN TENDIDO CERO

Breve resumen emitido por tendido cero, de lo que fué la faena del indulto, basada en el pitón derecho de "Idilico".

JOSÉ TOMÁS: LO ABSOLUTO


WWW.DIARIOVASCO.COM
L o dijo mi admirado maestro, amén de ídolo y amigo: Antonio Ordóñez; bendito culpable de mi afición desde aquella luminosa tarde del 14 de Agosto de 1958 en que reventó El Chofre donostiarra en una majestuosa faena a un toro de Carlos Núñez cuya muerte brindó a Soraya «la princesa de los ojos tristes»; entonces recién repudiada por el Sha de Persia y que estaba alojada en Torre Satrustegui, invitada por aquel donostiarra pluscuanelegante que fue Javier de Satrustegui.
Corría la temporada de 1959 que pasó a la historia por la gran rivalidad entre Ordóñez y su cuñado Luis Miguel Dominguín, rivalidad que fue testimoniada en el afamado libro de Ernesto Hemingway: El verano sangriento. Por aquel entonces y en una reunión de amigos Antonio Castillo seguidor y paisano del Maestro de Ronda se dirigió a él y le dijo: -Antonio, y tú qué dices del gesto de Luis Miguel aquel día en la plaza de Las Ventas de Madrid, mejor dicho, autoproclamándose desde el ruedo con el dedo índice en alto, como un número uno. A lo que Antonio espetó: -Sí Luis Miguel es el número uno, yo soy el cero, porque estoy por delante de él. Pasando en un pis pas de lo numerario a lo absoluto. Y de José Tomás ¿qué? Pues sigue ahí encaramado en lo alto del mástil del escalafón. Así, nos ha demostrado a lo largo de la temporada rematada en su última tarde con una faena en Barcelona que rindió homenaje y pleitesía al nombre de la plaza de toros: Monumental. Fiel al contenido de la suprema sentencia de aquel pilar maestro de la Tauromaquia que fue y es Juan Belmonte, apodado desde sus inicios como El pasmo de Triana. «Si quieres torear bien olvídate del cuerpo». Estrechando la distancia entre toro y torero hasta límites desconocidos hasta entonces. Cuando así irrumpió en el toreo, los aficionados se decían pasmaos los unos a los otros: «¡Hay que darse prisa pa verlo!».
Belmonte como todo creador también era heterodoxo; entre otras cosas, negaba al toro sus terrenos y ya retirado decía: En el ruedo todos los espacios pertenecen al diestro porque no había registrador de la propiedad que fijase un terreno de arena al animal.
Y piensa el que suscribe que la grandeza del toreo no está en el riesgo desnudo de la ruleta rusa como airean ciertos cronistas de pacotilla e intelectuales de vía estrecha comparando a José Tomás con galácticos kamikazes y samurais. ¡Jesús, María eta José! que diría, santiguándose, mi abuela tolosarra. La grandeza del toreo, del toreo de José Tomás, está en prescindir del riesgo como si no existiera, realizar lo casi imposible con natural y parsimoniosa entrega, transmitiendo un sentimiento estético y no moral. Hacer el toreo y sentirlo es poner por unos momentos la inteligencia al servicio del sentimiento, transportándonos a un frenesí que puede terminar en tragedia.
Y allí en la Monumental, aquella tarde, nos llevó a un estado de ánimo entre la levitación y el bamboleo ó viceversa, estado en que un servidor padeció anteriormente con Pau Casals en Prades, Bruce Springsteen en Nueva York, Pavarotti en la Scala de Milán y Rafael de Paula, con su música callada en Jerez. Allí nos despedimos de José Tomás. Aguardando la próxima temporada, haciendo nuestro el contenido de aquel pensamiento bello de Antonio Machado: «El que aguarda sabe que la victoria es suya porque la vida es larga y el arte es un juguete».