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domingo, 11 de mayo de 2008

JOSÉ TOMÁS: DEJAR HUELLA


ARTICULO DE LA OPINIÓN DE MALAGA
Por Pedro Toledano.

Dejar huella como torero no debe ser fácil. Hay muchos y muy parecidos. Más desde que aparecieron las escuelas. Todos saben colocarse y sobre todo quitarse. Pronto aprenden a colocar la muleta donde en realidad debería ponerse el torero. ¿Eso es trampa? Según se mire. Desde la década de los ochenta hasta nuestros días, no es trampa. Es la norma. Desde los ochenta para atrás, sí lo hubiese sido. Todos los que en aquella época lucieron la etiqueta de figuras del toreo, rara era la temporada que no pasaban tres o cuatro veces por la enfermería. Entonces las figuras toreaban, el que más, sesenta corridas. El hule se llevaba buena parte de su tiempo. Eso sí, la mayoría de las tardes llenaban las plazas hasta las banderas. Era la recompensa con la que los públicos premiaban su entrega una tarde sí y otra también sin trampa ni alivios. Ahora, desde los ochenta para acá, para llenar una plaza tienen que juntarse hasta tres notables y muchas son las tardes que ni siquiera así logran el objetivo. Cuestión de emoción.
Cierto que ahora la lidia es más llevadera, menos arriesgada. Hasta aburre. Porque donde los toreros deberían poner el cuerpo, ponen la muleta. Por eso les llaman inteligentes. Ahora, cuando sale un torero, caso de José Tomás, que poseído -en estos tiempos no tiene otra explicación-, por uno de esos espíritus que sólo se sentían realizados cuando los toreros ponían el cuerpo donde ahora ponen la muleta, se le dice que es un torpe. Que no sabe lo que es torear. O, incluso, tratan de quebrantar sus íntimas convicciones soltándole aquello de que desprecia la vida. Es tremendo. Y lo curioso es que, y esto lo afirmamos con rotundidad, ninguno de esos sujetos que lo cuestionan, o que lo ningunean desde sus tribunas, o desde los despachos porque no cede a sus presiones y pretensiones, tiene valor para ponerse delante del torero que más está haciendo en estos momentos por la fiesta. Sólo con mirarlo de frente -si acaso se atrevieran- se asustarían.
Como asustados celadores de sus pesadillas que son, precisan unirse para ir contra quien, poseído o porque ese es su código ético, se complace interiorizando todas las emociones que le produce torear. Yo estaba en Jerez y vi, sentí y me emocioné, junto con toda la plaza, de lo que le hizo JT a su primer Nuñez del Cuvillo. En ese toro, un punto mansito, todo cuanto hizo tuvo expresión, compás y emoción sin que al torero se le moviera un músculo de su rostro. En el otro, un toro áspero, con genio y poco picado, se produjo, como en tantas otras tardes en las que un torero macho quiere imponer su ley, la cogida. Que no nos obliguen a contarles los centenares de ejemplos con que la historia del toreo nos nutre, porque se avergonzarán de su ignorancia o de su mala fe.

Toreo de arrime. Ahora, con su permiso, si a sus señorías, los que tratan de manejar todos los hilos del negocio taurino, les place, o les da por alentar la fiesta olvidando el vil metal, lo que toca es pedir que el torero de Galapagar siga desgranando su teoría del toreo, del arrime, de la técnica implacable, del valor sin fisuras, del remate profundo de los pases. Lo digo para que nos emocionemos y sigamos llenando las plazas. También para que cunda el ejemplo entre las futuras figuras. De otro modo, si se aburre de escuchar inconveniencias y denuedos de mojigatos con mando en plaza, y se va, volveremos a la técnica sutil de vaciar los pases en casa, de ordenar los pasitos uno a uno, de aburrir a las ovejas. Las plazas no se llenarán, pero a ellos, los del enjuague milenario, aún les dará para el solaz casero y la retranca pedagógica. Además digo: los perros ladran, la caravana pasa. Tomás, tú a lo tuyo.
Ocurre que no siempre se puede. El jueves, el de Galapagar tenía que haber estado en Nimes para lidiar una corrida de Garcigrande que resultó de juego excelente. Pero no fue posible. Se la perdió. Gajes. Volverá en Granada. Quienes sí estuvieron en el impresionante coliseo francés fue El Juli, que ocupaba la plaza de JT. La aprovechó: dos orejas a un toro de poca fuerza. Completaban Javier Conde, que logró igualmente dos orejas. Me cuentan que al malagueño le visitaron los duendes de la Alhambra granadina y la armó en el cuarto de la tarde. Cosas (buenas) de Javier. Completaba la terna el francés Sebastián Castella. Era, después de su inadvertido paso por Madrid, la primera ocasión que tenía para dar un golpe de efecto. Lo consiguió. Cuajó una tarde redonda. Desorejó a su dos toros, y al quinto le cortó el rabo, lo que le permitía salir a hombros por la puerta de los Cónsules con todos los honores. Por la mañana, el chiquillo de Esplá, con una novillada de Fuente Ymbro, logró un señalado triunfo al conquistar la "Capa de Oro", que se dilucidaba. Esperanzadora presentación.

San Isidro. Y de Nimes, directos a San Isidro y sucesivas ferias programadas en el coso venteño hasta el día 15 de junio. El comienzo no ha sido nada alentador. La corrida de Martelilla, con fachada y muy poco contenido, decepcionante. Un remiendo de Albarreal, rodó por los suelos.
Los toreros Antón Cortés, Eduardo Gallo y Ambel Posada, encargados de hacer el despeje de la feria, sin hacer grandes méritos, acabaron desesperados. El Público comenzó a preguntarse, ¿qué va a pasar esta feria? Hasta el día 15, primera fecha que le dará entrada a las figuras, Bautista, El Cid y Talavante, con toros de El Pilar, el personal se teme lo peor. A esperar.