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domingo, 22 de junio de 2008

DESMONTANDO A JOSÉ TOMÁS


Articulo de Carlos Manuel Sanchez para xlsemanal

El más grande. El que más valor, más verdad y más arte derrocha. Coincidiendo con su regreso a las Ventas, Carlos Abella publica en Alianza su primera biografía. Recorremos de su mano las claves de un torero que, ajeno a los tópicos, ha devuelto a los ruedos la pasión y la rivalidad de otros tiempos.



1. LA FORJA DE UN REBELDE

«Sí, es el torero mejor pagado de la historia, pero ¿alguien se escandaliza por lo que gana un tenor?». [ Su apoderado, Salvador Boix ]

Al cierre de este reportaje, José Tomás se recuperaba de su última cornada en una clínica de Jerez. El pitón le entró por el cuello y convirtió el esternoclei-domastoideo en goma de mascar. Por milímetros no le seccionó la yugular. José Tomás ni se miró la herida. Mató al toro, recibió una oreja y se fue por su propio pie a la enfermería. Lo habitual en él. Fue operado y ahora descansa en vísperas de las dos corridas en las que toreará en Madrid, el 5 y el 15 de junio. Las más esperadas de la temporada. No hay billetes. Las 24.000 localidades de la plaza de las Ventas están agotadas. Se ha filtrado que el diestro cobrará alrededor de 400.000 euros por cada una. Es el torero mejor pagado de la historia. Su apoderado, Salvador Boix, ni confirma ni desmiente, pero se queja: «¿Alguien le pregunta al director del Teatro Real lo que gana un tenor? Y es dinero público; en los toros, no. Si las empresas que contratan a José Tomás no hicieran negocio, no le pagarían lo que le pagan». Como la reventa está prohibida, se camufla en Internet: «Vendo dos calcetines a estrenar, por separado, y regalo dos entradas para José Tomás. El precio por unidad es de 950 euros».
¿Por qué tanto revuelo? La respuesta la da Carlos Abella, gran conocedor de la tauromaquia, que publica una biografía del diestro: José Tomás. Un torero de leyenda, de Alianza Editorial. «Es el torero más valiente de los últimos tiempos. Pero, además, sus dotes artísticas sobresalen en la verónica y al natural. Y en sus quites: chicuelinas y gaoneras escalofriantes por su quietud. Con tantas cornadas da la impresión de que tiene pocos recursos técnicos. Pero es valor. Otros son como boxeadores que salen al ring a ganar por puntos y a evitar que el otro te pegue. Él entra al cuerpo a cuerpo con el toro.»
José Tomás nació en Galapagar, un pueblo de la sierra madrileña del que su padre fue alcalde. Tiene tres hermanos. Su madre sigue regentando una tintorería. Cuando tenía diez años, se puso por primera vez delante de una becerra, para regocijo de su abuelo, Celestino Román, taxista de toreros, que le compró un capote y una muleta, aunque al nieto le tiraba más el fútbol. Con trece años mató su primer becerro. Y con quince se vistió de luces. La corrida se alargó mucho, cayó la noche y empezó a nevar.
Un ex banderillero, Antonio Corbacho, se convirtió en el ángel de la guarda de aquel adolescente. Habló con el padre y el abuelo: «Que no le pase como a mí, que me echaron a los novillos más duros de la sierra y no me cuidaron». Corbacho le enseñó lo que sabía. «A veces se rebelaba porque yo le daba mucha caña. Lo citaba en una finca y le decía que fuera andando desde su casa, pero me engañaba porque lo llevaba un amigo en coche y cuando estaban cerca se bajaba.»
Fue ganando en cuerpo y en conocimientos. Pero torear en España es caro para los que empiezan. José Tomás se negaba a pagar y con 19 años se marchó a México. Metió en su maleta los dos trajes de luces que tenía y se fue a la aventura con Corbacho. Iban con lo justo. «El día que fuimos a torear a Aguascalientes, llegamos al hotel, salimos a cenar algo y nos dimos cuenta de que no llevábamos dinero suficiente para tomarnos unas quesadillas en un puesto de la calle.» Corbacho y José Tomás se pelearon una tarde, después de una corrida. «No hizo caso de mis consejos y el novillo lo arrolló y en el suelo le metió el pitón en el muslo izquierdo. Era su bautismo de sangre. Me puse como una furia. Lo llevamos a la enfermería y, cuando estaba en la camilla desnudo y el doctor le iba a dormir para operarlo, oímos un revuelo y vimos que traían a otro novillero herido y con la cara cianótica. El doctor echó de la camilla a José Tomás», recuerda Corbacho.


2. LA REENCARNACIÓN DE MANOLETE

«Me han llamado torero bruto, pero no me duele. Si quieres ser figura, te tienes que arrimar». [ José tomás ]

En México se curtió y tomó la alternativa. Le salió un toro bronco. Escribe Daniel Medina: «Se jugó la piel con una serie de manoletinas que cortaron el aliento. Y con el que cerró plaza se llevó un doloroso cate en el escroto, del que se levantó sin mirarse la ropa ni hacer aspavientos para dar muerte a su agresor y retirarse al quirófano por su propio pie». «Herida de 15 centímetros en el escroto y de un centímetro en la base del pene», rezaba el parte facultativo. Sus informes médicos de los últimos doce años dicen tanto de su trayectoria profesional como las orejas que ha cortado.
Febrero de 1996, Autlán de la Grana. Tenía veinte años y estuvo al borde de la muerte. Su entonces apoderado, Santiago López, rememora: «Fue impresionante. Me lancé al ruedo y vi que del muslo salía un chorro de sangre y me di cuenta de que debía de ser la femoral porque la sangre salía a cañonazos. José Tomás me pidió que estuviese tranquilo y le apreté el muslo para intentar contener la hemorragia». El diestro sufrió un paro cardiaco. Los doctores anudaron la femoral para evitar que se desangrara. Hubo que trasladarlo en avioneta a Guadalajara, pues la carretera era muy montañosa. La recuperación fue larga y angustiosa. Se pensó que tenía un trombo, algo muy peligroso para su futuro como lidiador, porque para que se disolviera le aplicaron anticoagulantes, lo que comprometía su capacidad futura para cortar hemorragias.

José Tomás no se arrugó. «Como torero, nací y me hice en México. Fui a probar fortuna, sin apenas contratos. Gusté y conseguí darme a conocer en España.» Y añade en una de las escasísimas entrevistas que ha concedido a lo largo de su vida: «Algunos me han tratado de torero bruto al que han pegado muchas cornadas. No me duele porque me consta que las figuras del toreo, todas, tienen muchas cornadas. Además, lo lógico en un torero que empieza es que cometa errores y ya se sabe que las cornadas son errores de los toreros. Todos esos riesgos se acrecientan más si te arrimas y, si quieres ser figura, te tienes que arrimar. Antonio Ordóñez tenía 37 cornadas. Las cornadas son pruebas a las que te somete la vida y que hay que superar. Te hacen madurar y te obligan a corregir errores para que, quedándote igual de quieto, los toros no te cojan».
Pero los toros lo siguen cogiendo. Cuando era un veinteañero y ahora, cerca de cumplir 33. ¿Errores? ¿O el empecinamiento de alguien que se arriesga cada tarde a la inmolación porque es honrado a carta cabal? El mítico ganadero Victorino Martín, del que Tomás es pariente, prefiere que no toree sus temibles reses. «No quiero que le pase nada con mis toros. Me gusta como torero, sé que está todo el mundo loco con él, pero le falta hacer las cosas bien y con más seriedad.»


3. RIVALIDADES Y OJERIZAS

«Su rivalidad con Ponce recuerda la de Dominguín y Ordóñez: regularidad y maestría frente a temeridad y arte». [ Carlos Abella, Biógrafo ]

En su debut en las Ventas llevó la angustia a los tendidos en su faena a un peligroso ejemplar de Guardiola. Siguió arrimándose en otras plazas «como un desesperado». Y en Granada toreó con Enrique Ponce, primer escenario de una rivalidad histórica que recuerda a la de Dominguín y Ordóñez en el 59, de la que fue cronista Ernest Hemingway. «Durante seis temporadas rivalizaron con argumentos bien diferentes: facilidad, regularidad y maestría técnica de Ponce frente a pasión, temeridad, arte y arrebato de José Tomás», matiza Abella en su biografía.
Su mejor faena en las Ventas se la hizo a un toro llamado Corchito. Dos orejas; salió a hombros. Era 1997. Empezó a hablarse de José Tomás como de «la última esperanza» del toreo. Además, demostró en los despachos el mismo valor que en el ruedo. Se negó a torear en plazas portátiles. Solo lidió 35 corridas, un tercio de lo que suelen torear al cabo del año las figuras. Sigue prodigándose con cuentagotas: 24 corridas esta temporada. Luego vino una época de estrés, malas faenas y lesiones. Su apoderado, Santiago López, habló con él en un hotel de carretera, junto a una gasolinera. «Parecía cansado y harto de todo. Empezaba a notar el peso de la púrpura. Y es que en sólo dos temporadas se había colocado en lo más alto con un toreo lleno de riesgos, de apostar fuerte todas las tardes.» Un crítico escribió: «La cabaña de bravo anda bajo mínimos en lo que a casta se refiere. Algo que los toreros, más las figuras, suelen tomar como excusa para justificar su falta de celo y profesionalidad. José Tomás, todo lo contrario. No se puede torear más cerca».
Luego se negó a torear en Bilbao una corrida televisada. Fue el primero de los gestos extravagantes de su trayectoria. Y se ganó la enemistad de taurinos. Esa espantada «alimentó las muchas ganas que le tenían y ahí empezó la cacería», afirma Abella. José Tomás alegó que estaba lesionado. Pero la razón es que quería negociar directamente los derechos televisivos. Después, los herma-nos Lozano, empresarios de las Ventas, le hicieron una gran oferta. Y los desairó. «Mi concepto del toreo no es el que vosotros representáis.» Abella admira su coherencia. «Así era José Tomás en 1998 y así sigue siendo en 2008. Le ofrecieron el oro y el moro los que mandaban y lo rechazó por una cuestión de principios.»
La guerra de la televisión le pasó factura durante la temporada de 2000. En Zaragoza sufrió, además, una cogida grave que le desgarró los glúteos y le disecó el nervio ciático. Era un toro que había visto en el campo, durante el invierno, y que no le gustaba porque tenía «pinta de cabrón». El diestro siguió en el ruedo y le cortó una oreja. «¿Ves lo cabrón que era? Me ha metido el pitón las dos veces por el mismo agujero», le confesó a Corbacho en la enfermería. Necesitó un mes de reposo. Durante el verano utilizó un avión privado con el que recorrió cerca de 70.000 kilómetros. En Linares, donde murió Manolete, sufrió una cornada en el escroto con enucleación de ambos testículos. También acabó la faena. Dos orejas.
Pero en Salamanca se dejó un toro vivo, ante el asombro de los aficionados. Tres avisos y al corral, a pesar de que el animal estaba ya agonizante y presto para el descabello. José Tomás se desentendió de él. Fue multado con 18.000 euros. Y en las Ventas, en junio de 2001, cosecha su mayor fracaso al dejarse vivo otro toro después de varios pinchazos. José Tomás se retiró a la barrera y dejó sonar los tres avisos. La bronca fue monumental. Y dolorosa, porque el público de Madrid lo veneraba. «Aún hoy nadie sabe qué ocurrió aquella tarde, qué extraño pensamiento cruzó la mente del torero», se pregunta Abella. Empezó a forjarse la aureola de místico y enigmático.


. EL REFUGIO DEL ANACORETA

«Siempre fue muy suyo, introvertido. Su retirada nos pilló de improviso. Lo tenía muy meditado». [ Su madre ]

Los puristas no lo tragan. Lo acusan de tremendismo. Un gladiador que da gusto a los que van a la plaza olfateando la sangre. El crítico Pablo G. Mancha lo defiende. «Le ponen pegas porque no lo controlan y creo que a él no le interesan. José Tomás es todo lo contrario a la mediocridad actual, a la monotonía de toreros con técnica defensiva. Este hombre no sabe mentir; ni quiere ni le apetece. Está llenando las plazas y de qué forma. Cada corrida suya es un acontecimiento. Le da igual la pasta (me imagino que la tendrá toda). Es el más grande porque torea con la mayor verdad: valor, entrega y respeto. Tiene fallos, a veces está mal... Claro, es un artista, no un autómata.»
Las críticas hacían mella. Se lo veía ausente, abúlico y raro. José Tomás perdió la ilusión. Y empezó a darle vueltas a la idea de dejar los toros. Aguantó hasta cumplir los compromisos que tenía firmados. Y se retiró. No hubo anuncio, rueda de prensa ni ceremonia de corte de coleta. Su madre, Isabel Martín, relata: «Siempre fue muy suyo, introvertido, pero muy de su gente. Nos pilló de improviso. Lo tenía muy meditado».
Dicen que le cambió la personalidad. Durante cuatro años pasó largas temporadas en su casa de Estepona. Jugó al fútbol sala en el equipo del bar Macarena. Tiene un ramalazo de anacoreta. Apenas se lo vio en actos públicos y casi siempre en compañía de intelectuales y artistas. Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Albert Boadella lo idolatran. Se dejó barba. Tenía 30 años y se había retirado en la cumbre. «Nadie sabe por qué se fue, pero adivino que acabó harto y asqueado», aventura su biógrafo.
Defensor a ultranza de su intimidad, reside en un chalé de Estepona, Málaga. No se ajusta al tópico del torero que se compra un cortijo. Tampoco es pasto de la prensa rosa. Su novia, Isabel, es una chica sencilla que trabajaba de dependienta en una tienda de revelado de fotos. A José Tomás le encantan los coches y conduce un BMW. Sale a correr con sus perros. Al sastre que confecciona sus trajes de luces le encargó uno azul celeste, exacto al de Manolete. «He visto muchos vídeos de Manolete y estoy cautivado con su personalidad y por el valor sereno que mostraba.» Es uno de los que mejor paga a su cuadrilla. Cuando toca corrida, pasea, ve monumentos, escucha jazz, lee alguna novela... No duerme esas siestas desquiciantes en la habitación del hotel rodeado de estampas de Vírgenes. A pesar de lo que cobra, todavía sigue saliendo con sus amigos del colegio.
La afición lo añoraba. José Tomás se fue a México y en su casa de Aguascalientes, en compañía de su novia, encontró la paz para madurar su idea de volver a los ruedos. El anuncio de su regreso, la temporada pasada, fue un clamor entre los aficionados. Pero los críticos no se fiaban. «José Tomás planteaba un toreo de subversiva temeridad que podría calificarse como expresionismo abstracto. Estamos hablando de alguien que salía a la plaza dispuesto a morir. Cuando en 2007 anunció que volvía, el mundillo taurino se conmocionó. Además, el gesto de reaparecer en Barcelona, una plaza amenazada de muerte por los antitaurinos, añade valor al acontecimiento. Los boletos se agotaron en pocas horas», explica Gastón Ramírez. Hasta el diario económico norteamericano The Wall Street Journal le dedicó un espacio en primera página.


5. EL REGRESO DEL MÍSTICO

«Prefiero una cornada a dar un paso atrás. En la fiesta hay sangre, del toro y del torero. Es un espectáculo con mucha verdad». [ JOSÉ TOMÁS ]

Los reventas volvieron a forrarse: 3.000 euros por un tendido de sombra que ni siquiera era primera fila. En los alrededores de la plaza, un grupo de antitaurinos con las caras y las manos manchadas de sangre. José Tomás se muestra conciliador: «Quizá los taurinos se han cerrado mucho en su propio mundo. Los que dirigen esto piensan que, mientras la plaza se llene, lo demás no importa. Hay que mirar al futuro porque la fiesta tiene sus detractores, pero también tiene argumentos para defenderla. Mientras un torero sea capaz de emocionar a la gente con un toro, ésta va a seguir yendo a ese espectáculo. Sí, hay sangre. Tanto del toro como del torero. Pero es un espectáculo que tiene también mucha verdad. El toro es un animal que muere con gloria cuando muere en la plaza y se comporta como bravo. Los detractores pueden tener parte de razón. Eso es respetable, lo que nunca es respetable es el insulto».
La faena fue inolvidable, pavorosa. Semanas después, en la plaza de Málaga, José Tomás fue volteado por el quinto toro. Su imagen ensangrentada abrió los informativos. Y otra vez en Linares, nueva cogida. La cuadrilla le hizo un torniquete. Luego marchó a México e hizo unas declaraciones que molestaron a Enrique Ponce. «Prefiero una cornada a dar un paso atrás.» Los tomasistas consideran que su ídolo no es perfecto, pero alaban que no se incline ante los poderosos. Los antitomasistas lo acusan de pesetero y de no aceptar las reglas del juego. Pablo G. Mancha escribe: «Dicen que José Tomás ni sabe torear ni se coloca en el sitio, y encima es torpe. No estoy de acuerdo. Los grandes toreros están cosidos a cornadas; están remendados como un pantalón de la posguerra. ¿Es torpeza pasarse los toros por la barriga?».
¿Es esclavo José Tomás de la expectación que levanta? Su padre se indigna con los que insinúan que se deja coger. «No está loco, pero es muy perfeccionista. Y nunca está conforme.» Su apoderado también niega que sea un suicida. «Sale a torear e intenta hacerlo con la mayor pureza.» El torero habla poco, pero cuando lo hace, su sinceridad desarma: «Yo no salgo a una plaza para morir, pero prefiero morir en una plaza de toros que en un accidente de coche».

Y después de José Tomás... ¿qué?


















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Miguel Ángel Perera y 'El Cid' escalan posiciones tras una feria de Madrid en la que han pasado sin pena ni gloria 'El Juli', Manzanares y Ponce, y se ha difuminado la estrella de Sebastián Castella

22.06.08 - PABLO G. MANCHA
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José Tomás ha arrasado con sus dos épicas tardes en Madrid. Sólo le han hecho falta esas dos corridas para marcar su terreno este año y colocar un espacio sideral entre él y el resto de los toreros. De hecho, una vez acabadas las ferias de Sevilla y de Madrid -las dos más importantes del orbe taurino y las que marcan el resto de la temporada- apenas dos o tres toreros de los de arriba del escalafón han sido capaces de asomar la cabeza en el proceloso huracán que ha provocado el tomasismo.

Sin duda el primer perjudicado ha sido Sebastián Castella. El torero galo, apoderado por la casa Lozano, había hecho una apuesta muy fuerte para este año: pedir mucho dinero tras un hipotético aval que le iba a otorgar el ramillete de triunfos incontestables que iba a firmar en Sevilla y Madrid. Pues bien, nada de nada, o lo que es peor, Sebastián Castella ha dado una impresión bastante pobre en todas las corridas en las que, además, se ha enfrentado a toros inapropiados para su tauromaquia. De hecho, su romance con Madrid se ha venido tan abajo como su estrategia y si quiere aparecer por las ferias importantes tendrá que rebajar sensiblemente sus pretensiones económicas.

Con más pena que gloria ha pasado 'El Juli' por la primavera taurina. Ni ha tenido toros propicios ni ha sido capaz de apretar el acelerador; de hecho, ha destilado una imagen de conformismo muy poco habitual en su carrera. Al igual que Manzanares, que si bien estuvo a punto de abrir la Puerta del Príncipe en Sevilla, en Madrid estuvo muy por debajo de lo que atesora como torero. Ponce no se ha hundido pero da la sensación de que el tiempo de sus batallas ha pasado a mejor vida: está estiloso, largo y sus faenas afloran más que nunca en plazas sin relevancia.

Cayetano, ausente de Sevilla, confirmó en Madrid en la Beneficencia en una corrida con glamour pero en la que estuvo más elegante que profundo y Talavante, mal al principio, se salvó en el último suspiro de un fracaso rotundo.

Perera, trazas de figura
Miguel Ángel Perera da síntomas de figura, de torero grande que sabe lo que quiere y que viene a mandar. En Sevilla cuajó una excepcional tarde y en Las Ventas, al día siguiente de la primera conmoción de José Tomás, fue capaz de abrir la Puerta Grande tras una excelente faena a un Núñez del Cuvillo de gran nota. También se salva 'El Cid', que ha perdido dos nuevas puertas de Madrid por su incompetencia con los aceros.