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jueves, 4 de septiembre de 2008

Un duende envuelto en misterio


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José Tomás iba para jugador de fútbol, pero su abuelo Celestino le pinchaba los balones para que se centrara en el mundo de los toros

Jueves, 11 de septiembre. Miles de espectadores se darán cita en el coso del Paseo de Zorrilla para ver a un hombre vestido de torero que se convierte en un duende envuelto en misterio cuando salta al ruedo. Compartirán escenario los amantes del toreo casi perfecto de José Tomás con los perseguidores del morbo y de la historia. ¿Qué ocurriría si fuera Valladolid la última plaza en la que toreara el nombrado mesías de la tauromaquia moderna?
José Tomás Román Martín nació en un hospital de la capital madrileña, aunque ha vivido toda su vida en Galapagar, la tierra de los escritores Jacinto Benavente y Ricardo León o de Victorino Martín -ganadero y torero son familia lejana-. El diestro tiene tres hermanos -Marcelo, Antonio y Andrés-, aunque el nombre estrella en su familia es su abuelo Celestino, la persona que pinchaba los balones para que su nieto no jugara al fútbol, un hombre, taxista de toreros, que llevaba a José Tomás una y otra vez al coso de Las Ventas.
Pero el diestro quería ser futbolista, y para más inri, del Atlético de Madrid, una afición que mamaba de su padre, también llamado José Tomás, por aquel entonces entrenador de fútbol.
Pero Celestino no cesó en su empeñó, y lo consiguió. Sin pasar por ninguna escuela de tauromaquia, José Tomás, acompañado siempre por el ex banderillero Antonio Corbacho, se convirtió en un proyecto de figura. Matadores de toros como 'El Choni' vaticinaban su triunfo. No se equivocaron.
Debutó con luces en febrero de 1991, con picadores en junio de 1993 y se presentó en Madrid como novillero en 1995. Tomó la alternativa en México el 10 de diciembre de ese mismo año, de manos de Jorge Gutiérrez y con Manolo Mejía como testigo, con un astado de Xajai, alternativa que confirmó en Madrid en mayo de 1996.
Ansioso por llegar a la cima, el maestro de Galapagar decidió lanzar su carrera en México. «En este país fue cuando dije que iba a dedicar mi vida a esto...», aseguraba en una entrevista concedida a su buen amigo Joaquín Sabina.
Hablaba en los ruedos
Ya como matador, los aficionados de Las Ventas y de la Monumental de Barcelona se rindieron ante su forma de torear y ante una izquierda que le hace coger más riesgos que nadie pero también triunfar.
Su llegada a las grandes ferias se tradujo en una revolución. Él era distinto. No le gustaba el protagonismo fuera de los ruedos. Él sólo hablaba en la arena, ante los toros. Crecía su mito, su arte y su misterio. Pero en septiembre de 2002, cuando se encontraba en lo más alto del escalafón, anunció su retirada de los ruedos. Nadie lo entendía. José Tomás, sin presiones, decidió irse. Quería alejarse de las plazas para vivir su otra vida, próxima a la familia, a mundanas aficiones como la lectura, la pesca, el ciclismo...
Su ausencia coincidió con el dominio, prácticamente absoluto, de Enrique Ponce, un diestro no precisamente amado por todos. Pero el mundo de los toros necesitaba un revulsivo, un mesías.
Y llegó de nuevo. Cinco años después, José Tomás tomó una importante decisión. El 17 de junio de 2007, de forma triunfal, corta tres orejas a su lote abriendo la Puerta Grande de la Monumental de Barcelona ante miles de personas. El mito había regresado.
Actualmente, el diestro forma parte de la historia. Ha sido bautizado con innumerables calificativos, pero realmente pocas personas lo conocen. José Tomás no concede entrevistas más que a sus amigos; no permite la retransmisión de sus corridas y pretende hacer una vida normal. Todo ello envuelve aún más de misterio a este personaje, admirador de Manolete, Tom Hanks, Serrat, Camarón, El Viti, Sara Baras, Alejandro Sanz o Induráin, apoderado del grupo Marea Flamenca y amante de sus cuatro perros, todos ellos boxer.