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sábado, 5 de septiembre de 2009

José Tomás y Almeria

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ROSARIO PÉREZ | ALMERÍA
Tensión emocional en el ambiente. Autenticidad y pinturería. Gritos de ¡torero, torero! Después del guirigay de una plaza rebosante, los tendidos enmudecieron. José Tomás se abrió de capote y dibujó verónicas espléndidas a un animal que salía suelto. Lo cuidó en el peto y se enroscó las telas a su juncal figura en chicuelinas milimétricas. El corazón se aceleró entonces. Brindis al público. La montera cayó boca arriba. Pero la superstición maligna se difuminó con los indalos de la buena suerte que pueblan Almería. La faena se escribió bajo los parámetros de una profunda expresividad. Lejos de aquellos que hablan de su toreo al son de las pompas fúnebres, contuvo un arco iris de vida con tremendo valor. Transparente como una gema, caló desde primera hora. Principió por estatuarios en el mismo platillo. Se cortaba la respiración, pero el aire entraba como una bocanada fresca. Imposible pasárselo más cerca. Midió tiempos y distancias con el toro de Santiago Domecq, nada claro, pero que sirvió mejor en sus manos. Cimentó su hacer sobre la diestra, con muletazos de verdad absoluta. Hubo un cambio de mano al ralentí y un pase de pecho señorial. Adornos torerísimos: capeínas, molinetes garbosos, pases de la firma... Todo con el sello de José Tomás, que volcanizó el ambiente. ¿Por qué? Sencillo: la torería. Lo probó a izquierdas y el miedo se deslizó por las gradas como una serpiente fría en un cuerpo desnudo. Los pitones se dirigían siempre a la hombrera. El toro era de derechas. El epílogo por manoletinas encendió aún más una luz de vitalidad al límite. Se tiró a matar derecho, pero la estocada se cayó. No fue obstáculo para que solicitaran con fuerza las dos orejas, paseadas por el maestro en medio de una lluvia de sombreros.
Lances a pies juntos cimbreando la cintura y los brazos al son de la embestida del quinto. Puyazo en buen sitio y capote a la espalda. Ovaciones en el quite por gaoneras. Pases de tanteo y trincherazo para sacarlo de las tablas. Muleta a la izquierda y primera tanda rematada con un soberano de pecho. Se defendió en la siguiente y probó con la derecha en una buena serie. Hizo amagos de rajarse, pero trató de meterlo en vereda con pureza. Creó luego un circular invertido con la izquierda y se recreó en dos faroles. La mayoría, con la puerta grande asegurada, no se hubiese dado coba con semejante manso.
Luque salió a por todas y cortó una oreja al tercero de la deslucida corrida de Santiago Domecq
Después de la perfección de José Tomás, Daniel Luque salió a revientacalderas en el tercero. Meritísimos lances a pies juntos con las zapatillas atornilladas. Pero el rival era de papel y se derrumbaba con una ráfaga de viento. Corrió turno y lidió un toro de mayor transmisión que sus hermanos. Había que dejarle la muleta puesta. El de Gerena lo hizo casi siempre y ejecutó muletazos de notable porte. En el cierre, se despojó de la ayuda e intercaló pases por ambos pitones en esas luquinas que improvisó este año en Madrid. Tras un espadazo, cortó una oreja. Pese a su entrega, no pudo redondear con el deslucido sobrero que hizo sexto.
Ruiz Manuel pasó de puntillas por su tierra. En el primero se inventó una larga cambiada en los medios para llevar al caballo al piquero, que derribó. Puso ganas y cierto gusto con un toro de corto recorrido. El burraco cuarto, que punteaba, no colaboró nada al triunfo y el almeriense lo intentó sin fortuna.

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