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sábado, 5 de septiembre de 2009

Jose Tomás y Huelva


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Las Colombinas
Plaza de toros de La Merced. Lunes, día 3 de agosto de 2009. Última corrida de la Feria de Colombinas. Lleno de «no hay billetes» en tarde calurosa pero soportable. Toros de Núñez del Cuvillo, aceptables de presentación y de muy buen juego en general. Destacaron los bravos tercero, premiado con la vuelta, y cuarto, exigente por acometividad.

Emilio Silvera, de verde y oro. Pinchazo, estocada que asoma y dos descabellos (una oreja). En el cuarto, pinchazo, media y tres descabellos (una oreja).

José Tomás, de berenjena y oro. Estocada trasera (dos orejas). En el quinto, casi entera (dos orejas).

El Cid, de blanco y oro. Estocada trasera (dos orejas). En el sexto, pinchazo y media caída (una oreja).



El día grande de Las Colombinas fue grande también en el ruedo de La Merced. La expectación por la corrida estrella del ciclo choquero se vio recompensada con el triunfo de la terna, Emilio Silvera, José Tomás y El Cid. Pero ello fue posible gracias a la gran corrida de toros que envió Núñez del Cuvillo. Distintos comportamientos pero embistiendo: desde el noble primero a los bravos tercero -premiado con la vuelta al ruedo- y cuarto, éste más exigente.


José Tomás volvió a asustar por la forma de jugar las muñecas. Saltó el segundo, más terciado pero que repitió en el capote. Rodillas genuflexas para recibirlo con lances acompasados para, de pronto, parar el toreo a la verónica. Fueron cuatro o cinco lances que todavía duran, de una suavidad extraordinaria, con una cadencia excelsa. Imposible, de verdad, torear más despacio con un juego de muñecas de una dimensión increíble. Luego vino el quite por chicuelinas, donde el de Cuvillo dijo que estaba más por la labor de irse a tablas. Pero enfrente estaba JT que, otra vez muñecas prodigiosas, le plantó la muleta en el hocico después de un comienzo con estatuarios en los que no se inmutó. Quería el cuvillo irse pero el madrileño lo aguantó para vaciarse en varias series zurdas de mano baja, adelantando el engaño, llevándolo detrás. No terminaba, empero, de romper la faena. Pero tomó la diestra, le dio distancia, puso la muleta así de plana y lo llamó. Allá que fue el astado y hasta allí lo llevó JT. Ligó dos, la última con un cambio de manos y molinete abelmontado sublimes, para acabar con el torero despatarrado en ayudados por alto.


Había sido una faena intensa, sin concesiones a la galería. Muy distinta a la del quinto, un toro que no se empleó, que se quedó corto y engañó en las embestidas. Poco le importó al madrileño, que se plantó en los medios y le enseñó siempre la muleta. No terminaba de pasar el cuvillo, y cuando lo hacía era de mentira. Aguantó un mundo Tomás, siempre de verdad. Se atisbaba la cogida, la voltereta, el gañafón. Por todos menos por JT, que siguió y le cuajó naturales de una verdad incontestable. Vamos, que se montó en este toro, sobre todo en las manoletinas, trágicas a más no poder que no pudieron contener mayor emoción. Faena de figurón del toreo.


El tercero fue un toro bravo de los de verdad, de los que embisten con una transmisión extraordinaria. Lo vio El Cid, que brindó al respetable y se echó, de inicio, la muleta a la izquierda, su fuerte. Citó muy de verdad y las series se sucedieron con emoción, ya que el toro quería muleta siempre. Estuvo algo acelerado en los primeros compases y tan sólo a la cuarta, los naturales resultaron más acompasados y cadenciosos. Más firme y centrado con la diestra, donde se sintió más relajado. Y el toro que no paraba de embestir, en gran medida por la magnanimidad de El Cid, que lo lució con sinceridad. Por eso, tras la estocada, el honor de la vuelta al ruedo a «Candelita». ¡Vaya toro bravo!


Otro gran toro fue el sexto, con dos señores pitones. De nuevo generoso el de Salteras, que brindó a Silvera y José Tomás. Astado al que había que hacerle las cosas muy bien, por debajo siempre. Pausado Manuel Jesús, la faena contuvo altibajos. Mejor al natural. Pinchó antes de la media pero cortó la oreja.


Reaparecía, después de diez años, Emilio Silvera, que solventó la papeleta con dignidad y cortó dos orejas.

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