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domingo, 15 de junio de 2008

EL SECRETO DE JOSÉ TOMÁS , por Barquerito


Detrás de la fama de inaccesible del torero, se esconde un entorno que supo medir tiempos y gestos para fabricar el último mito de la lidia


La fama de persona inaccesible conforma la sustancia del perfil de José Tomás. Como si fuera un ser huraño o misántropo. Ni lo uno ni lo otro. Fue y sigue siendo irrenunciable la voluntad de mantener su vida privada al margen de las leyes del mercado mediático. Es manifiesto que no le gustan ni los periódicos ni las cámaras. No es de ahora. Pero es ahora cuando elige a capricho y rigurosamente fotógrafos, radios y testigos.
Los más generosos documentos gráficos sobre su vida durante los últimos doce meses se encuentran en una publicación trimestral francesa: 'Terres Taurines'. La edita André Viard, matador ya retirado, en la Francia taurina del Oeste.
Todavía en su primera época, José Tomás delegó atenciones y obligaciones en una jefa de prensa, Olga Adeva. Su pantalla de protección: como unas gafas de sol, de aparente transparencia, joven, de su misma edad. Cronista taurina de la agencia France Press en Madrid, parecía su ángel de la guarda. Además de hacer de él un ser casi invisible y mudo, Olga cumplió dos misiones mayores. Una a la contra: filtrar y cribar periodistas taurinos, aburrir a los curiosos sin indisponerlos, preservar a José Tomás en una burbuja inmune a las habladurías; y otra de positivo fondo y mayor alcance: ir abriendo al torero un hueco en la épica escrita. Sin dejarlo asomar ni ponerlo en la diana. Blindado, invulnerable.
No había duda de que José Tomás estaba destinado a ser torero con literatura. Mejor o peor. Allanó el camino la fama de raro que José Tomás se crió a su debido tiempo. No está, no sabe, no contesta. Entre 1999 y 2002 esa política trajo consigo el germen del mito. Cuando hubo que mover hilos para categorizar la reaparición de 2007, aquella red resultó buen campo de cultivo. Las dotes persuasoras de Olga Adeva lograron que esa voluntad de desaparecer no fuera tomada por despecho. Sino interpretada generosamente como el descanso del guerrero.
Los pasos y el silencio
Dos son las características con que desde un principio vino a dibujarse el estilo de José Tomás: sus silencios y su forma de posarse. Muy pocos habrán toreado con menos ayuda de la voz que él. La voz es un recurso técnico para torear, y hay incluso toros que necesitan la alegría de la llamada como un reclamo. Pero la voz es también el rompedero de la angustia que acompaña al torero durante una faena. Por la voz se va el miedo. Cuanto más silencioso es un torero, en más se tiene su valor.
La otra dimensión es, en paralelo, la del ruido de los pasos. Los pasos con que se llega a la cara del toro o se sale de ella. Los que ahí se pierden o se ganan, y que definen una de las reglas de pureza del toreo moderno: la ligazón. José Tomás ha sido de siempre torero bien posado. De muy suaves pisadas y poco moverse. O de no moverse nada.
Por eso se ha hablado más de una vez de su tancredismo. Se puede torear a pies juntos o a compás abierto. Y de frente o de perfil o dando el medio pecho y hasta se puede torear al revés. Los gustos y las modas han ido por épocas. No hay una tauromaquia única.
La apuesta de José Tomás ha sido fundamentalmente por el toreo de perfil y a pies juntos, modos que estaban casi arrumbados cuando apareció su persona en el gran teatro del toreo. Modo arrumbado en España. No en México, cuya tauromaquia de pies juntos resultó decisiva para el ideal técnico y estético de José Tomás en sus años de formación. De perfil y a pies juntos, y la adición de dos notas que encarecen y enriquecen el modelo: la quietud y el ajuste en los embroques. ¿La tauromaquia de Manolete? Muy semejante. Con otro toro, otro público, otra manera de ser el espectáculo, otra época. Y otra figura física. Delante de un toro, el silencio y el reposo fueron de pronto seña de José Tomás. Una cosa y otra se tradujeron con muchas palabras: que el torero parecía aparecerse.
Su hombre de confianza
Los banderilleros y picadores que han desfilado por su cuadrilla coinciden en que José Tomás es la sencillez misma. Los dos lidiadores de la primera época, Luciano Núñez y Miguel Sánchez Cubero, han sido toreros muy buenos: largos y competentes. Una cuadrilla tan profesional y rigurosa aportó al torero gran equilibrio.
Dicen que la presencia de más peso en ese entorno es la del padre de José Tomás, que fue alcalde electo de Galapagar por el PP. Tiene fama de vigilar cuanto concierne a las finanzas. No es portavoz del torero pero como si lo fuera. Se deja encontrar y le gusta salir. Con frases del padre se ha tratado de sustentar la insostenible teoría de que José Tomás ha sido víctima de alguna conspiración de taurinos profesionales. Es el torero más generosamente alabado, respetado y encumbrado por la mediática del toro. Lo ha sido durante la última década.
La connotación religiosa es fortísima. En la frontera entre lo religioso y lo sectario. Que es la novedad del asunto. La menor observación crítica sobre José Tomás, en una mera charla de aficionados, ha llegado a considerarse insultante. Uno de los síntomas es la virulencia con que en casi todas las plazas se increpa a los músicos de banda que pretenden acompañar una faena para celebrarla. Se tiene por profanación o irreverencia.
La erótica del dinero
Los años de retiro en Estepona pusieron a José Tomás en contacto con la persona que, según las tertulias taurinas de la plaza madrileña de Santa Ana, ideó la estrategia de la reaparición y la tasó en dinero. Luis Chica, ingeniero industrial ya jubilado, aficionado de los de toda la vida. Dobla en edad a José Tomás. A la inteligencia de Chica se atribuye el paso a paso de las fechas y el órdago de las cifras que José Tomás cobra. Más dinero que nadie nunca jamás. ¿90 millones por dos tardes en Madrid?
En la corte de seguidores de José Tomás hay un factor menor pero nada desdeñable: el de la erótica del dinero que se mueve en torno a él. No será por dinero.